¿Un libro de historia? ¿Un ensayo? ¿Una novela? ¿Una crónica literaria? Es todo eso y un poco más. El infinito en un junco, de la española Irene Vallejos, es uno de los éxitos literarios más resonantes de los últimos tiempos.
Por Oscar Núñez Olivas
Tras cinco años de haber llegado por primera vez a las librerías españolas, bajo el sello Siruela y en el desolador ambiente de la pandemia del Covid-19, la que parecía ser una inversión perdida se transformó en un portento de ventas que a la fecha supera el 1,2 millones de ejemplares.
A cinco meses de su lanzamiento, la pandemia paralizó España y el mundo… todo auguraba un fracaso editorial. Pero la obra traía magia y rápidamente alzó vuelo, al punto de convertirse en el libro preferido por cientos de miles de personas para pasar las horas de enclaustramiento.
Si bien el “boom” inicial de la obra se dio en España, parte de su éxito se debe a la pasión con que ha sido recibida tanto en el mundo de habla hispana como en el resto del planeta, lo cual se evidencia en el hecho de que ya ha sido traducida a más de 40 idiomas.

Irene Vallejo será una de las invitadas especiales a la Feria Internacional del Libro de Costa Rica (FILCR), que se llevará a cabo del 19 al 27 de julio próximo en el Centro Nacional de Convenciones. Los costarricenses tendremos la oportunidad de escucharla, de dialogar con ella y adquirir un libro con su autógrafo.
Como contando cuentos
Vallejo estudió Filología Clásica y obtuvo un doctorado europeo por las universidades de Zaragoza y Florencia. De su obra literaria destacan las novelas Luz sepultada (2011) y El silbido del arquero (2015); una antología periodística titulada Alguien habló de nosotros (2017) y los libros infantiles El inventor de viajes (2014) y Las leyendas de las mareas mansas (2015).
El infinito en un junco es una historia de los libros, desde su origen más recóndito (las tablillas de madera y cerámica) hasta las modernas pantallas de luz y tinta electrónica conocidas como ebooks. Una obra escrita con erudición, pero acudiendo a las artes narrativas con que se escriben las ficciones.
“Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse en el horizonte. No les gustan los forasteros armados”.
Así empieza esta historia. Los jinetes son emisarios del rey de Egipto Ptolomeo I quien, además de heredar el trono de Alejandro Magno, hereda su pasión por los libros y la obsesión de construir la más grande y completa biblioteca del mundo. Por órdenes del faraón, aquellos viajeros armados y con bolsillos llenos de dinero recorren los caminos del enorme imperio alejandrino, no con renovados ánimos de conquista, ni con afán de riquezas. Buscan libros, solo libros, todos los que logren encontrar en sus agotadores periplos.
Vallejo nos lleva a sus lectores de la mano como a niños a los que narra cuentos. Como a niños, nos arropa en un manto de sueños y maravillas, como le sucedía a ella misma cuando su madre le contaba historias antes de dormir.
En muchas de las entrevistas que ha dado desde la cima de su fama, la autora vuelve sobre el tema: la relación íntima que se estableció entre ella y su madre en torno a los cuentos y cómo esta vivencia marcó su manera de ver y de narrar el mundo.
Por esa razón, El infinito en un junco no se puede leer como un libro de historia cualquiera, sino como un gran cuento o, más bien, como un conjunto de cuentos entrelazados de los que vamos aprendiendo con facilidad y placer acerca de uno de los grandes inventos que dieron forma a la cultura occidental. La magia reside en la peculiar capacidad de la escritora de convertir en literatura los datos fríos de su ciencia.
Un corredor de fondo
Pero Vallejo no se queda en la reseña del pasado, sino que se adentra en las profundidades del futuro para desmentir a los profetas de un mundo sin alma (que es lo mismo que decir un mundo sin libros) y demostrar que el libro no es moda ni invento pasajero.
El libro ha sido compañero de nuestra especie desde hace milenios y no lo han podido sofocar las guerras, ni las catástrofes naturales, ni las hogueras del poder despótico. “Por supuesto, la tecnología es deslumbrante y tiene fuerza suficiente como para destronar a las antiguas monarquías”, pero todos sus productos envejecen con velocidad y quedan obsoletos, nos recuerda la autora.
“El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor”, afirma Vallejo.
La historia circular
Mucho, mucho más se podría decir de esta extensa y fascinante obra, pero nosotros solo no referiremos a un aspecto más. A lo largo de las más de 450 páginas de texto, Vallejo nos sorprende con reflexiones frecuentes acerca de la similitud entre acontecimientos o circunstancias de la antigüedad y los de épocas mucho más recientes.
Por ejemplo -nos plantea- el sueño de Alejandro Magno de reunir en una inmensa biblioteca todo el conocimiento acumulado de la humanidad, tiene su parangón moderno en el invento de internet. “Imagino la experiencia de entrar en la Biblioteca de Alejandría en términos parecidos a lo que yo sentí cuando navegué por primera vez en internet: la sorpresa, el vértigo de los espacios inmensos”.
Más adelante nos dice, refiriéndose al fenómeno cultural del helenismo que imprimió caracteres casi uniformes al mundo antiguo: “El paisaje desde Europa a la India estaba salpicado de ciudades con rasgos reconocibles (calles, ágoras, teatros, gimnasios, inscripciones en griego y templos con frontones dorados). Eran los signos distintivos de aquel imperialismo, como hoy lo son la Coca-Cola, los McDonald’s, los anuncios luminosos, los centros comerciales, el cine de Hollywood y los productos de Apple, que uniformizan el mundo”.
Y así continúa el relato, estableciendo parangones que nos sugieren una historia circular en la que, según la época, pueden evolucionar las tecnologías, cambiar los discursos y los formatos, pero en la que el ser humano se repite en sus sueños, sus grandezas y sus miserias. Y en su apego a los libros, por supuesto.