Clubes de lectura: formas de hacer comunidad cuando leer es un placer
Ana Beatriz Fernández González
Lectomanía exploró el fenómeno de los clubes de lectura en Costa Rica en la actualidad, pues poseen un desarrollo sugerente que habla del placer por la literatura y la tertulia.
Club de lectura CCSS
No tiene un nombre fancy sino más bien literal, y su labor robusta en el campo del acto mismo de la lectura suma 10 años de trayectoria.
El Club de lectura CCSS se fundó en el 2015 cuando la filóloga de la Dirección Jurídica de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Rebeca Ramirez, envió un correo a una lista de contactos del departamento donde trabaja, “las mismas a las que mando información sobre el uso correcto de la lengua española”, recuerda Ramírez.
La funcionaria es una abanderada radical del proyecto y promueve desde entonces lo que hoy es un verdadero programa aunque no oficial.
Para arrancar con la primera lectura, a quienes desearan unirse al club les dijo que debían recomendar un libro y el más propuesto fue Cien años de soledad del Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez.
En este momento 567 personas conforman el grupo y de forma paralela el club tiene un grupo en WhatsApp de 261 miembros, y otro en Telegram de 32 miembros, a los que se unen los lectores que deseen, luego de cumplir el trámite de inscripción.
“La participación en las distintas actividades del club es muy variable: algunos leen los libros pero no participan en las actividades, otros no los leen, pero son muy activos en los chats donde recomiendan sus lecturas o material relacionado con los libros y otros, alrededor de 10 a 20 personas) son asiduos lectores y participan en las reuniones del club”, especificó Ramírez.
De acuerdo con Ramírez, la lista de libros recomendados es la base para la votación, ya que cada integrante del club que participe en el proceso de elección elige cinco libros y obtiene puntos para esos libros.
Así, los libros que reciban más puntos son los elegidos para los próximos meses. Según Ramírez, sin ser usual, algunas veces un autor nacional ha ocupado esos primeros puestos.
La dinámica del club es que cada mes leen un libro elegido por votación y agregan una lectura adicional temática, pues definen temas para cada mes.
En total, el grupo ha leído 118 libros. “Como filóloga en la Dirección Jurídica de la Caja, originalmente el club fue una idea para promover la lectura, dado que es indispensable para redactar bien”, señaló Ramírez.
No obstante, con la participación de personas de otras unidades de la Caja se plantearon nuevos objetivos relacionados con la salud, como el desarrollo de conexiones neuronales y la socialización con los miembros del club en reuniones presenciales virtuales, entre otros.
“Creo que el hábito de la lectura, además de ser una forma de ocio y disfrute, sobre todo cuando leemos literatura, también nos ayuda a desarrollar sentido crítico y ampliar nuestro conocimiento”, afirmó Ramírez.
De acuerdo con Ramírez, en este momento histórico, donde los discursos políticos, ideológicos o, incluso, la publicidad y el mundo del entretenimiento en general tienden a alejar de los otros, aislar a las personas y ver al «otro» como un enemigo o un peligro, los clubes de lectura se convierten en espacios de socialización en los que es posible conversar sobre temas polémicos.
En principio, los miembros del club que puedan hacerlo compran el libro que se está leyendo ese mes.
Al respecto, Ramírez señaló que sería importante que librerías, editoriales y las mismas bibliotecas estuvieran pendientes de los clubes de lectura y los libros que están leyendo para que faciliten el acceso a esos libros específicos.
En el caso de las editoriales considera importante que no solo ofrecieran los libros físicos, sino también ediciones digitales, “dado que hay muchos lectores que prefieren ese medio por ser más económico y portable”.
“Con la pandemia muchas librerías ampliaron sus servicios y permitieron hacer el encargo por medios digitales y enviaron a sus clientes a sus casas los libros adquiridos”, y agregó Ramírez que en el caso particular del club de la Caja, en donde tienen la regla de incluir a autores nacionales o libros editados en el país, “podemos dar un impulso para la industria nacional del libro”.
Ramírez recomendó que revistas como Lectomanía y otras, así como periódicos o secciones culturales, podrían preparar material que pueda divulgarse fácilmente en redes sociales o enviarse a los chats de los grupos de lectura, para divulgar sus publicaciones, a sus autores y todo lo que ocurre en el medio.
“De esa forma las personas podrían interesarse en lo que se publican y girar su mirada a la producción nacional, que muchas veces queda eclipsada ante los superventas internacionales.
Para unirse al club enviar una solicitud a lectura@ccss.sa.cr, desde donde se envía la información del club.
Mujeres que leen juntas
El colectivo Mujeres que leen juntas nació en el 2019, luego de que la especialista costarricense en comunicación política, Gina Sibaja Quesada, se encontrara con una colega venezolana quien le contó sobre un grupo con el mismo nombre, generador de un espacio de convergencia con amigas o mujeres conocidas nacidas en Venezuela y en el exilio.
Ellas organizaron el grupo denominado madre Mujeres que leen juntas, para continuar teniendo un vínculo en medio de la diáspora venezolana, aprovechando las tecnologías de la información y la comunicación para leer textos de corte feminista.

Para unirse al club enviar una solicitud a lectura@ccss.sa.cr, desde donde se envía la información del club.
En la génesis del grupo invitaron a Sibaja y otras mujeres alrededor del mundo a leer los textos propuestos por el grupo.
“En este momento sigue activo por medio de WhatsApp y luego por Telegram, con más de 900 mujeres que lo conforman”, detalló Sibaja, quien continuó: “acaban de celebrar su séptimo aniversario”.
Hace cinco años, Sibaja al vivir la experiencia invita a un grupo de mujeres a leer textos literarios de autoras costarricenses. “Yo le pedí permiso al grupo madre de crear el colectivo y ellas me dijeron que sí”.
Sin perfil en redes sociales, pero con comunicación diaria por WhatsApp, Mujeres que leen juntas capítulo Costa Rica se constituyó, pues Sibaja vio la oportunidad de juntar a lectorass diversas, con características intergeneracionales, plurietarias, y con distintas localizaciones geográficas (aunque la mayoría vive en Costa Rica), profesiones y oficios.
Leer mujeres costarricenses tenía el espíritu original de identificar a autoras literarias, que históricamente han sido excluidas de los relatos oficiales, recalca Sibaja.
“Visibilizar la participación que siempre han tenido -en todas partes del mundo, que ha sido denegada o ninguneada-, es una forma de honrar a esas mujeres costarricenses”, dijo Sibaja.
Una de ellas es Yolanda Oreamuno, autora con quien el grupo de lectoras inició el recorrido literario. “El empezar a leer a estas mujeres era una forma de honrar sus esfuerzos, sus luchas, sus pensamientos y todo lo que implicó desde su época escribir como mujer”.
Sibaja explicó que, aún desconociendo qué hacen la mayoría de las mujeres del chat, lo que las convoca es comentar, discutir y aportar. “De manera subterránea -o tal vez no voluntaria- nos ha permitido, por lo menos a mí, en particular, aprender a gestionar disidencias, conflictos, reglas y cambiarlas de acuerdo a las necesidades y a la evolución del grupo”.
También le ha permitido entender que hay iniciativas en que se invierten tiempo y recursos, energía, emoción y pensamiento, y también se debe aprender a soltar y dejar que el grupo siga su propio curso, como le ocurre actualmente al grupo de Mujeres que lee en juntas.
Para Sibaja, estos grupos permiten visibilizar tres aspectos fundamentales: romper el mito de que las mujeres juntas se hacen zancadillas: “Al contrario”, agregó, “las mujeres juntas nos permite hablar, nos permite identificar aquello que nos es común y también reconocer aquello que no nos es común, lo que a unas les genera conflicto, a otras no”.
Es una forma de experimentar la organización colectiva de mujeres y la solidaridad, prosiguió Sibaja, compartir conocimiento y experiencias. “Para mí es fundamental, sin que existan hombres llamando la atención hacia sus propios intereses”.
En segundo lugar, según Sibaja, leer juntas es una experiencia ritualística, a partir de la cual “nos damos cuenta de que tenemos habilidades, voces e intereses muy distintos”, pero que las convoca de manera democráitca una lectura, un audio del libro seleccionado que las mujeres comparten entre semana, para los sábados y domingos discutir vía el chat .
La dinámica grupal se sustenta en la rotación de la coordinación general y de cada lectura, basadas en algunas reglas que han convenido: que no sea ensayo ni textos con muchas páginas, ya que esto último las dispersa.
El tercer aspecto es que les permite conocerse sin una intervención masculina o “relación en función de lo masculino, que ha sido la tónica históricamente hablando”, precisó Sibaja.
La dinámica también conlleva una breve exploración sobre los textos propuestos y sus autoras contemporáneas. “La búsqueda y recopilación de libros nos obliga a estar más actualizadas en términos literarios, y a reconocer y compensar las diferencias en el manejo de las tecnologías de la comunicación”.
Para Sibaja ha sido un proceso de aprendizaje que va más allá de la literatura, “sobre todo desde el punto de vista politológico, pues es un laboratorio de ejercicio de liderazgo democrático y de cómo se autoregula el grupo y las personas que ejercen cierto tipo de liderazgo”.
El grupo de lectura ha sido una práctica democrática, “no exenta de conflictos ni de molestias, cuyas reglas están hechas para regular un grupo y no al revés”
Fundamental, entonces, que las reglas no seas rígidas ni inamovibles para controlar sino que el grupo decida cuáles reglas son funcionales y que van cambiando conforme “nos vamos mutando y relacionándonos.
“También me enseñó que es muy importante decir y no presumir lo que pensamos que piensan los otros, porque la comunicación en los chats es muy diferente a la comunicación interpersonal”, concluyó Sibaja, quien además destacó que hay espacio para la disidencia basada en el diálogo.