Entrevista a Catalina Murillo, escritora
“Pobrecitos los hombres, puede ser que los que están ahora más turulatos sean ellos”.
La escritora costarricense Catalina Murillo publicó con la Editorial Alfaguara su libro de cuentos titulado Virutas de un divorcio y lo demás es cuento. Lectomanía conversó con la autora sobre el origen del proyecto, el amor romántico, las relaciones de pareja y el humor como constante en su narrativa.
Ana Beatriz Fernández González
Una tarde de domingo lluvioso, la escritora Catalina Murillo me invitó a tomar café o té. Sin cafeína ni teína, le dije. Tengo manzanilla, me respondió. Ok.
La cita fue para hablar sobre su más reciente libro Virutas de un divorcio, publicado por la Editorial Alfaguara a finales de setiembre de este 2025.
Somos vecinas de Mercedes de Montes de Oca y vivimos a unos 500 metros de distancia.
Al llegar y parquearme en la orilla de la calle, le puse un mensaje: llegué. Al cabo de un ratito me escribió: ¿Dónde estás?… en mi carro, le contesté.
Me bajé y en el momento en que le iba a escribir otra vez, me recibió con su sonrisa franca. Resultó que minutos antes me había abierto la puerta y como no me vio, la volvió a cerrar.
Nos dio risa.
Entré y nos acomodamos en una mesita primorosa que dispuso con repostería comprada en la Feria de San Pedro. Se veía fresquita y lo estaba: empanadas de piña, queque de banano con chocolate y brownies.
Hizo una infusión de manzanilla para mí y para ella un tecito con teína o cafeína, que es lo mismo.
La conversación se disgregó en torno al ingrediente del té y el café, que es el mismo, casi, pero causa efectos distintos, según buscamos en internet.
Luego, panza llena, corazón contento.
En medio del calor y la humedad por la lluvia que cayó y caía, de manera intermitente, creo, tertuliamos.
Un par de horas después de volar pico le dije -o ella a mí-, ahora sí, a grabar, pero antes hicimos refill con otras bebidas.
Cata, una birra; yo, una soda con limón.
Tampoco el refill de repostería fue tal: Cata sirvió un pan tipo focaccia y queso semimaduro comprado también en la feria.
Con estas boquitas en la mesa continuamos animadas.
Cliqueé el app de la grabadora de voz y corrió en la pantalla el símbolo de la frecuencia sonora con sus minutos.
A continuación, un extracto de la entrevista, algo desordenada, pero muy honesta, eso sí.
Nos reímos mucho, ¿cómo no?.
¿Cómo nace el proyecto de Virutas?
Quiero aclarar… es que mucha gente se imagina como que yo escribí estos trece cuentos en el último año, y que hace dos meses puse punto final y lo mandé a la editorial para impresión. No es así. Hay cuentos incluso que datan de hace mucho, que los iba dejando guardados.
¿Te gusta escribir cuentos?
Me fascina. Yo por mí ya solo me dedicaría al cuento, lo que pasa es que hay historias que requieren más largo recorrido y desde luego como obra literaria se sabe que al cuento le cuesta más. De hecho, yo no hubiera entrado en una editorial como Alfaguara con un libro de cuentos. Ellos primero quieren recibir una buena novela. El cuento sigue siendo un género secundario.
Me explicás por qué.
Es que no sé por qué. Pero es así. Ve que Alfaguara tampoco tiene premio de cuentos, por ejemplo. Algo le pasa al pobre género del cuento.
Pero para escribir un buen cuento, como decís, se necesita mucha destreza ¿o no?
Sí, y a la gente le gusta, pero se engancha menos, creo. No sé si la gente se compra un libro de cuentos para subirse a un avión. Es casi imposible entrar en una editorial con cuentos. A menos de que realmente sea marcadísimo tu recorrido y sos el o la cuentista. Lo que sí pasó es eso, que yo le dije a Alfaguara: “tengo estos cuentos reunidos.»
Porque ellos querían seguir teniendo una relación.
No, en realidad yo.
Okey. Vos te ofreciste.
Sí, yo les dije: «vean, tengo estos cuentos.» Y de ahí seguí hasta el último que escribí que fue el de Tristan el guapo. Algunos cuentos han participado en concursos, por ejemplo. Eran escritos que tenía, que no terminaba de ponerlos en algún lugar .
¿Y vos recogiste este cuerpo de relatos e hiciste una curaduría, dijiste este sí, este no?
Lo que pasa es que hasta esa curaduría viene haciéndose hace años. Porque de ahí he ido armando. De hecho, ahora que lo pienso, no sé si me traiciona la memoria, pero la primera vez que Alfaguara me pone en sus radares con aquel libro de Historias del Centro América hay un cuento que se llama Carcajadas, que a mí me gusta mucho, yo hubiera querido meter ese cuento en esta antología, pero me acordé después y no fue posible. Para mí el primer cuento del libro es un manifiesto más que un cuento, y por eso el título. Los demás son cuentos. Además me gusta el hecho de que también puede ser más elástico el tema del cuento. Un cuento puede ser eso, como la narración de un momento, de una reflexión y ese es el cuento. Y ese es el cuento Virutas, porque es un cuento, pero es otros cuentos, o sea, es un recorrido con distintos relatos. El cuento que se llama Virutas de un divorcio está contado en Virutas. Son como fragmentos, estampas, momentos.
Son como temblorcitos luego de un temblor fuerte. Los periodistas le decimos nota madre, a la que vienen asociadas otras notas.
Salvo el cuento que se llama Encima Jorgito.
Pero tiene esa misma impronta, tu huella.
Que es una manera de ver el mundo. Eso sí.
Volvamos al tema de la relación con Alfaguara y cómo después esos cuentos se convierten en una publicación.
Creo que le ayudó mucho que le fuera bien a Una mujer insignificante; entonces, un año y medio después sacan estos cuentos.

Catalina Murillo. (Foto de Luis Diego París)
¿Qué pasó cuando tomaste estos cuentos y los volviste a leer?
De repente me pareció interesante ese diálogo de Catalina de hoy, la autora de hoy, la escritora de hoy hablando con la que había escrito ese cuento hace muchos años.
Hay un cuento en que uso notas al pie de la pagína, esa es la narradora de hoy diciendo cómo veíamos las cosas y cómo las contábamos en aquellos tiempos. Una de las maravillas de publicar es que soltás, es decir, publicar es la mejor manera de soltar. Chao, y como quien dice: a otra cosa mariposa.
En relación con las temáticas, ¿cuando retomaste los cuentos les diste una unidad?
No tienen una unidad. No tanta.
Hablan sobre el amor.
Pero no en todos.
No, pero bastante. Es como uno de los hilos conductores, una reflexión en torno a las relaciones de pareja.
Eso sí.
Y de género también.
Definitivamente, es un tema sobre el cual siempre me quedo sorprendida. De los malentendidos que se dan, sobre lo que fue la construcción del ideal del amor romántico y cómo desde muy jóvenes lo teníamos muy absorbido, Y cómo después resulta que en el fondo es algo que si se encuentra en el mismo momento en que se encuentra, en parte muere porque nos llevó 30 años entender que en realidad lo que andábamos buscando era un chute, un shot de de palomitas en el estómago, es decir, de adrenalina y las demás hormonas famosas. Esas preguntas sobre el amor y lo que hemos llamado amor y los eternos misterios que lo rodean: ¿Por qué me dejó? ¿Por qué lo dejé?
¿O por qué quiero que siga conmigo?
Si no me lo estoy pasando bien… pues sí.
Hay un tema de género. Yo siento una narradora algo inquisidora -en el sentido de que no quitás el dedo del renglón-, que se hace preguntas, que no sé si responde, y que le plantea al lector, la lectora. Preguntas sobre cómo nos comportamos en esas relaciones amorosas.
Pensaba, mi tema es el amor, pero mis historias no son de amor. Me acabas de dar una luz, porque hablo sobre estos malentendidos, estos espejismos.
Sobre el tema de género, muchos cuentos están planteados desde el punto de vista del hombre y la mujer y sus roles, y de cómo nos enseña la cultura, la sociedad a querer tener relaciones, a enamorarnos…
Es algo muy raro porque las mujeres seríamos las más, yo creo, propensas a caer en ese romanticismo. Bueno, no, porque también hablás con hombres que te dicen: “nosotros también hemos sido víctimas de la gran fábula del love story”. Sin embargo siento que tal vez somos nosotras las que estamos cuestionándonos más el esquema amoroso. Pobrecitos los hombres, otra vez me dieron pena porque sí, puede ser que los que están ahora más turulatos son ellos.
Hay un comentario social en clave de humor de parte tuya que es fuerte. Alguien podría decir, «esto como lo está presentando Cata puede no ser políticamente correcto”. La gente va a interpretar lo que va a interpretar y ya no podés hacer nada con eso, pero en relación con el sarcasmo, a veces hay personas que no lo entienden, que no entienden el comentario humorístico.
Puede ser que en la actualidad haya todavía más complicaciones con eso, con humoristas que hasta están pasados por la ley, vetados. O sea que sí, los tiempos de fanatismo no son tiempos de humor, y hay mucho fanatismo, entonces sí se vuelve complicado. Es un riesgo y te voy a decir, por dicha existen en parte estas entrevistas, que también sirven para eso. Es un diálogo donde los lectores pueden ir y conocer el tras bambalinas, por decir la expresión que se usa, que tal vez son preguntas que hubieran querido hacerle a la escritora. Pensaba en el cuento La perry, que para mí es un cuento de humor y punto. Enfoco con humor una cosa que podría ser de terror. Y efectivamente se la juega uno, porque hay un doble filo, terror y humor, y entonces depende por donde agarre el lector o la lectora, el cuchillo. Y es muy fuerte además decirlo, ponerlo con ese léxico, con esa semántica del esclavo. Hay que entender que hay humor donde no hay otras válvulas de escape y el humor en ese cuento es una válvula de escape, y claro que no es humor para quien vive la sumisión.
Con la narradora, que sos vos, hay una firma que es a la vez personaje y autora. Vos decís en uno de los cuentos que no contás a partir de la ficción, que tus cuentos son historias de la gente y tuyas.
Yo no sé si las grandes cuentistas se sientan e inventan, pero para mí todo mana de la realidad. A veces cuando uno tiene unos referentes en la realidad ayuda a cierta coherencia. A mí mucha gente me dice, «si yo te contara”. Efectivamente los cuentos no es que me los imagino, sino que algo me pasó, algo vi, algo me dijeron y voy haciendo una suma y luego escribo, que es en realidad donde se hace el cuento,
Con esa firma tuya decís lo que tenés que decir.
Pero parece que no aprendo. O sea, no me da miedo, pero sí me da miedo después.
Qué dicha que te da, porque eso significa que estás viva, que te pone ansiosa, que te da susto.
Sí, es después que yo digo, ¡ay, Dios!







