Clubes de lectura: formas de hacer comunidad cuando leer es un placer
(Segunda parte)
Por Ana Beatriz Fernández
Lectomanía exploró el fenómeno de los clubes de lectura en Costa Rica en la actualidad, pues poseen un desarrollo sugerente que habla del placer por la literatura y la tertulia.
Club de lectura del Colper: colegas que leen en colectivo
El Club de lectura del Colegio de Periodistas y Profesionales de la Cmunicación (Colper) se creó en enero de 2024 ya que los asociados consideraron importante tener un espacio para leer y conversar sobre literatura.
El coordinador del grupo es el periodista y escritor Juan Ramón Rojas y sus miembros se reúen una vez al mes en la sede del Colper en La Sabana.
La dinámica de lectura consiste en la asignación del libro para ser leído durante los días antes de la siguiente reunión, “con el compromiso de adquirirlo y leerlo. Eso genera una participación muy rica porque los colegas pueden opinar y conversar con el autor invitado”.
La idea es tener un espacio para fomentar la literatura, que, de acuerdo con Rojas, es fundamental en tiempos en que está tan arraigada la cultura audiovisual.
El club inició con el fin de no solamente incluir a miembros del colegio, sino a cualquier colega sin importar su pertenencia o no al Colper; así muchas personas se han ido sumando.
En la primera sesión participaron 30 personas, número que ha bajado a 20 o 15 y que se mantiene constante.
“La participación ha sido muy buena, lo cual me ha sorprendido positivamente; es decir los colegas leen el libro que analizamos en las sesiones los miércoles”, dijo Rojas.
De acuerdo con Rojas, afortunadamente se han venido creando clubes de lectura tanto en instituciones públicas como en barriadas.
En el caso del grupo del Colper han leído colegas autores de literatura, aunque están considerando incluir otros autores para el 2025.
Y para cerrar el año, organizan un encuentro del club para que colegas escritores de prosa y poesía lean.
Club para leer despacio clásicos de la literatura
El grupo de lectura al cual pertenece la escritora Ana Gabriela Peña Valle no tiene nombre y empezó en 2023.
“Ana María Amador Hueso me llamó porque había escuchado que yo quería leer el Ulises de James Joyce y ella armó un un grupo de personas que querían leer ese libro también. Esa primera lectura fue un éxito”, recordó Peña Valle.
Para Peña Valle el proceso de lectura fue absolutamente lúdico y corporal. “Tanto así que para el 2024, decidimos continuar con este grupo de lectura de personas que se conocieron a través de la lectura”.
No es un curso, no es un trabajo, no es un seminario, es un rejuntado de gente que quiere leer, así lo define Peña Valle.
Para 2024 decidieron leer el Péndulo de Foucault de Umberto Eco, y en 2025 están leyendo En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, cuyo segundo tomo terminarán en julio.
“Nos quedan cinco más”, sentenció. Para Peña Valle el arte del éxito del grupo es han sido constantes Creo que el arte es que hemos sido muy constantes, en primer lugar, y, en segundo lugar, que decidimos que este grupo de personas que se reúnen para leer no busca generar tensiones innecesarias, es decir, leemos porque queremos”.
Según Peña Valle no leen para probar nada pues “no es una competencia”, porque lo que importa no es solo llegar al final del libro sino el camino de la lectura.
“Cuando yo hablo de que no se generan tensiones es que todas y todos somos adultos, tenemos responsabilidades, estamos en estadios de la vida distintos y la lectura no se puede convertir en un dolor, en algo adicional que sea un peso”, algo que provoca el sistema educativo actual.
Otro elemento del éxito del grupo, de acuerdo con Peña Valle, es que han comprendido que cada libro tiene su propio ritmo y vida: “si este año no terminamos En busca del tiempo perdido, pues no terminamos este año, seguimos el otro año”.
El acercamiento a la lectura es una suerte de rebeldía en esta era que es tan consumista, opina Peña Valle. “Tenés que leer 264 libros por año, y ¿si quiero leerme solo uno o quiero leerme dos?”
Otra elemento que destaca Peña Valle es que la dinámica del grupo es muy horizontal, que de acuerdo con su experiencia no es común en la sociedad tica donde se necesitan patronos y patronas, pater, mater, caudillos, “ojalá gente que golpeé la mesa, como desgraciadamente está pasando con la política y el presidente actual”.
En el club sí hay una guía que es Tatiana Herrera, filóloga y docente de la Universidad de Costa Rica (UCR), pero las conversaciones son dialógicas. “Ella nos aporta información que desconocemos”.
Compuesto por ocho miembros con edades, formación e intereses distintos , cada quien aporta una visión diferente del mundo con un ritmo unísono pero a la vez diverso, y eso es “sencillamente fascinante”.
Peña Valle considera que los clubes de lectura pueden dinamizar el mercado librero, en tanto se escogen libros que deberían de comprarse.

En el club de lectura del Colper han leído colegas autores de literatura, aunque están considerando incluir otros autores para el 2025.
“Que la gente que lee se reúna y que hable sobre libros genera curiosidad sobre la literatura o autores que alguna de las personas conoce bien y el resto no conocen, es decir, genera relaciones”, pues las personas se relacionan a través de los libros.
Importante también es que las personas integrantes de los clubes de lectura informan sobre actividades en librerías, reuniones y descuentos por lo tanto, es información pública, por ejemplo, el evento La noche de las librerías en que Duluoz, Librería Andante y Patio Alberto abren las puertas con descuentos y agendas.
“No sé hasta qué punto se dinamiza desde la perspectiva económica, desde las ganancias, pero por lo menos sí como espacios de encuentro”.
Pie de foto: La escritora Gabriela Peña Valle considera que los clubes de lectura pueden dinamizar el mercado librero, en tanto se escogen libros que deberían de comprarse.
La otra mitad del estante
El club La otra mitad del estante arrancó hace 8 años, con una primera reunión en marzo de 2017 para leer las 14 mujeres ganadoras, hasta ese momento, del Premio Nobel de Literatura.
Luego comprendieron que había interés en la comunidad. “Cuando terminamos con ese proyecto, nos dimos cuenta que había un interés de la comunidad de conocer, leer y comentar el trabajo de escritoras. Por eso, repensamos el espacio y empezamos la etapa de La Mitad del Estante”, explicó la coordinadora del colectivo, Sofía Guerrero.
El club es gratuito y abierto, y no es exclusivo para mujeres, pero conforman el 90% de las participantes; tiene una cuenta en Instagram con el mismo nombre, donde se comparte la programación, así como un grupo de WhatsApp.
La cuenta en Instagrama tiene 1,500 seguidores y el grupo de WA 80 miembros y en cada reunión participan entre 10 y 16 personas, “pero usualmente hay personas que siguen y hacen las lecturas, pero no participan de los encuentros”.
La dinámica de lectura consiste en una programación de ciclos con ocho libros, que incluyen categorías como clásicos, autoras olvidadas o censuradas, obras publicadas en español, libros traducidos, no ficción.
“Los ciclos y reuniones se anuncian con tiempo porque cada persona se encarga de conseguir los libros por su propia cuenta”, contó Guerrero.
El grupo se reúne una vez al mes, en su mayoría de forma presencial, aunque hacen un par de reuniones virtuales, donde se genera un espacio de conversación horizontal con el fin de compartir opiniones.
De acuerdo con Guerrero, los clubes de lectura cumplen varias funciones muy importantes en el mundo actual.
Primero, son un espacio de encuentro en una realidad en la que los tejidos sociales son cada vez más débiles. “Encontrarnos con personas diferentes, escuchar, habitar un espacio que gira alrededor de la puesta en común y no del consumo, es algo que va contracorriente”.
En segundo lugar, el club de lectura La otra mitad del estanto es un espacio que lee y visibiliza la periferia. “Leemos mujeres, disidencias, autoras que no pertenecen solo a los grandes mercados editoriales; libros más allá de las listas de bestsellers o de mejores libros. Esa contribución me parece fundamental”, comentó Guerrero.
Según Guerrero, esa contribución confronta a las instituciones tradicionales de la cultura, a los cánones para decirles “lo que ustedes nos dicen que importa, no es lo único que existe, son visiones sesgadas, y nosotros creemos que hay muchas más voces con obras de gran valor”.
A la vez, Guerrero expresó que los clubes retan y sacan a los lectores y a las personas de sus zonas de confort.
“En el club nos atrevemos a leer cosas nuevas, autoras a las que tal vez no habríamos llegado independientemente. También escuchamos puntos de vistas distintos que enriquecen nuestra lectura”.
En La Mitad conviven mujeres jóvenes, feministas, muy empoderadas, así como pensionadas con otra experiencia de vida, “y estamos también todas las demás, con formaciones e historias de vida muy distintas. ¿Nos habríamos conocido y dialogado unas con otras si este espacio no existiera?”, se preguntó Guerrero.
Finalmente, para Guerrero los clubes son parte del ecosistema literario, sus miembros son sus miembros son lectores activos y críticos que piden más diversidad de las editoriales y las librerías.
Tal es el caso de La Mitad, una librería independiente que por iniciativa propia siempre trae los libros de nuestros ciclos para ponerlos al alcance de la comunidad porque se tratan de libros que generalmente no se consiguen en el país.
También, a través de la programación se crean lazos con editoriales y autores. En cada ciclo leemos a una autora costarricense y promovemos que se conozca su trabajo y el de la editorial que está detrás.
De igual forma, librerías independientes como Duluoz y Andante ha invitado a La mitad del estante a pensar actividades conjuntas, con el fin de crear espacios culturales gratuitos y abiertos al público.