Donde Nadie, una disección de la tragedia
Por Oscar Núñez Olivas
oscarnunez55@gmail.com
Entre los años 1967 y 1979, las empresas transnacionales bananeras que operaron en territorio costarricense hicieron uso indiscriminado del nematicida altamente tóxico dibromo-cloropropano (más conocido por su nombre comercial como nemagón), exponiendo a trabajadores y trabajadoras a gravísimas afecciones de salud.
Una de la más comunes y severas consecuencias del contacto con el agroquímico es la esterilidad masculina, pero también se ha confirmado su incidencia en otros problemas de salud como cáncer, alergias de piel, daño degenerativo testicular, deformaciones del feto y abortos, entre otros.
Se ha realizado en el país diversas investigaciones que confirman la malignidad de ese producto, prohibido en Estados Unidos y otros países desde mucho antes de ser aplicado por las compañías bananeras en Costa Rica, Centroamérica y otros países latinoamericanos.
Sin embargo, no es sino hasta muy recientemente que una obra literaria recopila las dimensiones del sufrimiento físico y emocional experimentado por las víctimas.
“Donde nadie”, novela del escritor Carlos Villalobos, penetra con profundidad y empatía en las vidas destrozadas de humildes trabajadores y sus familias, al tiempo que denuncia la fría indiferencia de las autoridades del Estado costarricense, que prefirieron mirar hacia otra parte que pedir cuentas y exigir reparaciones a las poderosas compañías bananeras.
La obra obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en la rama de novela 2024, compartido con “Una mujer insignificante” de Catalina Murillo.
Donde nadie es una novela construida con retazos. Retazos de crueldad, de dolor, de indignación. Su estructura es coherente con esa fragmentación espantosa en que acabó la vida de centenares de personas literalmente bombardeadas a diario con un veneno cuya letalidad desconocían. El veneno lo esparcían desde aeronaves sobre las plantaciones, afectando viviendas, escuelas, comercios, fuentes de agua y todo lo que estuviera en los contornos.
Un narrador que se medio esboza tras el nombre Manuel (el autor se llama Carlos Manuel Villalobos) conversa con doña Berta, una madre que condensa la memoria de un pueblo real-imaginario llamado San Toribio el Humo, ubicado en cualquier parte donde hayan hundido su raíz de muerte las transnacionales bananeras.
“Santo Toribio el Humo existe donde nadie sabe. Queda en un lugar donde antes por lo menos había ilusión. Ahora, aunque haga sol es un sitio con las manos frías. Alguna vez fue una finca de banano en el Caribe o en un valle que talaron cerca del Pacífico. Ahora mismo es un paredón de fusilamiento, una fuente de la eterna senectud a donde llegan a tomar agua los inocentes. Santo Toribio el Humo tal vez existe en una palabra que nadie nombra, pero es seguro que aún existe en algún lugar de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Colombia, Ecuador y también en Filipinas”, nos ilustra el relato.

La novela nos cuenta de la larga e infructuosa lucha de los afectados por lograr una indemnización que al menos atenuara un poco su sufrimiento, así como de las burlas y evasivas de las empresas gringas, amparadas en su poder económico y en el servilismo de los gobiernos nacionales, que no movieron un dedo en favor de las víctimas.
Nos deja claro, también, cómo la prensa sepultó bajo una densa capa de silencio el perjuicio causado a cientos, si no a miles de costarricenses, así como las demandas planteadas por las comunidades afectadas a las empresas y al gobierno.
En general, la historia está escrita en un lenguaje coloquial que propicia un ambiente de intimidad familiar, pero la prosa con frecuencia se interrumpe para dar espacio a la voz del poeta que nos obsequia imágenes intensas y desgarradoras.
He aquí uno de los poemas: “El agua de aquí es un cadáver que huele a grito. Mira su pelambre de sarna en la cintura. Mira cómo duele de sed en el fondo de los baldes. Es un fantasma con dientes tóxicos que muerde a todos por igual. El agua de aquí es una bestia con demonio adentro que nadie puede exorcizar. Cualquiera que tome de este cáliz morirá”.
O este otro: “No son aviones. Son bestias adictas a los caldos de la muerte. Yonquis que vomitan desde el aire. Buitres borrachos que le escupen a la tumba de los vivos. No son aviones. Son cometas que orinan pesticidas en el pelo de los niños”.
Además del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría, Donde nadie fue finalista del Premio XXVI de novela Ciudad de Salamanca en el 2022 y ganadora del V Premio Internacional “Diario Jaén” de Novela Corta en 2023.
Fomentar el amor por los libros es clave para el desarrollo intelectual y emocional, ya que la lectura no solo amplía nuestro conocimiento, sino que también nos permite conectar con diferentes perspectivas y emociones.