Mujercitas: un libro para reflexionar
Aunque desde niña leía todo lo que llegaba a mis manos, nunca había tenido la oportunidad de encontrarme con Mujercitas, un clásico de la literatura escrito, en 1867, por la estadounidense Louisa May Alcott a sus 35 años.
María Isabel Solís Ramírez (*)
El hambre por este libro surgió luego de leer la Amiga Estupenda de la napolitana Elena Ferrante y conocer la admiración que tenían sus dos protagonistas por esta obra y me dije: voy a leer Mujercitas a ver qué tal es.
Aquella decisión la tomé también luego de conversar con amigas y amigos que me animaron a leer este clásico y la verdad es que la obra me impactó y ahora comprendo la afición de Elena Greco y Lila Cerullo por esta novela. No puedo negar que, si bien había escuchado hablar de esta obra, no se me había avivado el gusanillo por su lectura porque siempre la vi con desdén, pensé erróneamente, que se trataba de una historia frívola.
Me equivoqué de plano, Mujercitas es una obra que permite reflexionar sobre una serie de valores venidos a menos en la sociedad actual, en la que predomina el materialismo, el individualismo, las disfunciones familiares, la lucha por el poder, el egoísmo, la hipocresía, el conformismo, las pocas ansias de superación y un largo etcétera.
La historia que teje Louisa May Alcott nos ofrece lecciones de vida muy interesantes y muy ricas: solidaridad, amor en sus diversas expresiones, amistad, compañerismo, lealtad, honradez, responsabilidad, espiritualidad, pasión por la literatura, la música, el arte…
Pero también posibilita la realización de un debate serio sobre el matrimonio, la familia, la marginación femenina, los roles femeninos, la maternidad, las relaciones de pareja, la sinceridad, la amistad, la prudencia, cuándo hablar y cuándo no.
Adicionalmente, Mujercitas nos facilita la comprensión de la muerte y verla como parte del ciclo de la vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Así lo vieron las familias March al morir Beth, una de las cuatro hermanas cuando apenas era una adolescente.
La pobreza es otro tema que es transversal en la historia, cuidadosamente hilvanada por Louisa May. Comienza con un diálogo de las cuatro pequeñas (Amy, Jo, Meg y Beth) que reclamaban su condición de pobreza.

Imagen de la versión cinematográfica de Mujercitas (Little Women) dirigida por Greta Gerwig, con la actuación de Saoirse Ronan, Laura Dern, Eliza Scanlen, Emma Watson y Florence Pugh.
Ellas consideraban que la Navidad sin regalos no es Navidad, que ser pobre es horrible y que no es justo que unas chicas tengan muchas cosas bonitas y otras no tengan nada, pero de repente la reflexión de Amy, una de las hermanas, les cambió el semblante: “tenemos a papá y a mamá y nos tenemos a nosotras”. Qué hermosa cavilación de esa pequeña.
Mas este tema persiste a lo largo de toda la novela. Casi al final se produce una reflexión sobre las condiciones del profesor Bhaer. La narradora omnisciente nos dice: Era inevitable porque llevaba el talismán que abre los corazones y no tardó nada en ganarse a estas personas sencillas que lo acogieron con mayor calidez porque era pobre, pues la pobreza enriquece a los que saben vivir por encima de ella y es un pasaporte seguro a los espíritus verdaderamente hospitalarios”. Sin duda fragmentos como ese constituyen una oda a la humildad.
Tras pasar las 570 páginas de este libro, pensaba en qué bonito sería que este clásico lo leyeran por capítulos en secundaria y que pudieran extraer de allí los valores que se exponen y analizarlos en su verdadera dimensión. Cuanto aprendizaje pueden obtener nuestros estudiantes con la lectura cuidadosa de este maravillo texto.
(*) María Isabel Solís es periodista.










