El papel libra una batalla incipiente para no extinguirse en el mundo de las editoriales. La pandemia, la guerra y la era digital lo ponen en jaque, aún cuando pareciera estar lejos su abdicación.
El papel es fundamental para la edición de libros impresos, esto es una verdad que por obvia es una necedad enunciar (como de Perogrullo).
Sin embargo, en los últimos años su vida en el mundo editorial se ha visto amenazada por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información -la era digital-, así como por coyunturas sanitarias y bélicas.

La era digital, la COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania han pasado una factura costosa a la producción y la distribución del papel, provocando una contracción sensible en el mercado.
Así lo reconocen personas vinculadas con la industria editorial, quienes en consulta con Lectomanía compartieron sus experiencias y conocimientos alrededor del papel como materia prima en la elaboración de libros físicos.
Otra verdad sea dicha: entre 2022 y 2023, millones de lectores prefirieron seguir leyendo en soporte papel y no así en digital, siendo que el porcentaje, según una encuesta de Statista Global Consumer Survey, se expresa en España en un 56% frente a un 39%; en Argentina en un 50% contra un 37%, en México en un 48% versus un 44% y en Chile en un 44% ante un 38%.
La diferencia no es radical pero sí dibuja la tendencia en esos países hacia la lectura en papel más que en formato electrónico, aunque en China la relación es a la inversa, pues es de un 37% contra un 58%.
Asimismo, según Statista, el porcentaje de la población que compró libros impresos frente a digitales en 2021 es mayor en: China con un 33% contra un 26.1%; Estados Unidos 44.6% ante un 23.4% ; España 48.8% contra un 14.6%; y la India con un 25 % versus un 6.3%.
De acuerdo con Ana María Cabanellas, directora de la editorial argentina Grupo Claridad, la pandemia afectó significativamente a la industria del papel, tanto por la merma en la compra del libro físico dadas las restricciones sanitarias, como por la dificultades en el transporte mundial del producto.
A la vez, la situación bélica actual en Europa por el conflicto entre Rusia y Ucrania ha tenido un impacto en la circulación del producto.
Se suma a este panorama que en la era digital el sector experimenta una especie de paradoja al compartir la cuota del mercado de la producción y la compra y lectura de los libros en soporte análogico y electrónico.
En la industria del libro impreso se requieren distintos tipos de papel: cartón para las portadas, papel ilustración si es un libro infantil, y papel obra o editorial para poesía, narrativa o textos especializados como los jurídicos.
“La dificultad que nos encontramos en pandemia a nivel mundial es que se comenzó a utilizar mucho el envío a domicilio de los libros, entonces, no solo las plataformas como Amazon y Mercadolibre crecieron muchísimo, sino también la producción y uso de las cajas y bolsas de papel para envoltorios”, explicó Cabanellas.
Los fabricantes de papel encuentran que producir material para envolver es más económico y rápido, y provee mayores beneficios económicos al haber una demanda muy grande.
“Hacer papel para libros -que lógicamente es un papel más blanco y lleva más insumos para poder llegar al producto final- es más costoso y, por tanto, los fabricantes están optando por hacer papeles para empacar, y en consecuencia se produce una escasez de papel para libros y un aumento de precios a nivel mundial”, continuó Cabanellas.
Es el caso de Argentina, donde se ha dejado de producir el papel ilustración y se debe importar aunque no haya divisas para hacerlo.
En el contexto argentino, Cabanellas indica que, en menos de un año, el precio del papel ilustración subió un 300% y el papel normal 180%. “La situación económica da como resultado la inflación, que es de un 96.3%, como consecuencia, en parte, de la guerra de Ucrania”, señaló.
Cabanellas concluye que los editores enfrentan una escasez de papel y un aumento en los costos de producción y, por lo tanto, producen menos libros cuyo precio final es mayor.
Papel en suelo tico
El papel para la industria editorial no se produce en Costa Rica ni Centroamérica, y es importado, en el caso nacional, de países europeos y una parte de China, Estados Unidos y Brasil.
La gerente de ventas de la empresa Suministradores de Papel, Carmen Chavarría, explicó que en nuestro país se editan los libros de literatura en papel editorial, que es color ahuesado y no cansa la vista, así como en papel blanco llamado offset, que se utiliza para elaborar cuadernos.
A nivel mundial, históricamente se producían libros en página blanca, y en Costa Rica la lectura sobre papel offset era un gusto idioscincrático.
“Entre más blancas las páginas, más les gustaban los libros a los lectores, sin embargo hace unos 17 años cambió la tendencia hacia el papel editorial, que es un poco más exclusivo o más reducido”.
Con 30 años de estar en el mercado, la empresa fue pionera en importar papel editorial cuando en Costa Rica solo se consumía papel blanco.
“El papel editorial se usa en la producción de libros de escritores costarricenses”, indicó.
Hoy día, la empresa importa aproximadamente 40 toneladas al mes de papel.
Chavarría coincide con Cabanellas en que la importación de papel se ha visto comprometida por aspectos como la pandemia y la guerra: “En el periodo de pandemia todos los suministros fueron muy deficientes, y algún comprador mundial acaparó el papel y se desabasteció la región”.
La empresa sorteó la coyuntura, que coincidió con el ‘hackeo’ a los sistemas informáticos del Ministerio de Hacienda y la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) en 2022, gracias a que ambas instituciones requirieron el consumo de papel para realizar los trámites en físico.
Dichosamente se pudo suplir en parte la demanda, pero el precio subió con oscilaciones por tonelada métrica de $870 a $1,600 y hasta $1,800. “Tuvimos aumentos de un 60% hasta casos de un 80%”, precisó Chavarría.
La gerente afirmó que participaron en licitaciones según la demanda estatal, que estaban pactadas a precios viejos. “Hicimos las gestiones permitidas por la ley a los proveedores y a hacer ajustes de precios…fue una lucha bastante fuerte porque los procedimientos son muy engorrosos y la tabla especificada para el ajuste de precios no se ajustaba a las condiciones. Aún así todo salió relativamente bien”, recordó.
Lo más problemático del proceso es que aún la CCSS no ha reconocido las diferencias de precios, lo cual ha restringido la cantidad de papel que pueden importar.
Con la pandemia, tanto el sector gráfico como el editorial se vieron afectados con problemas para producir material. “Se vino abajo y ahorita se está recuperando, porque no solo murieron por la COVID-19 personas que manejaban estas empresas -había gente muy mayor administrando sus litografías- sino que cerraron porque generalmente los hijos están en otras actividades”, adujo Chavarría.
El consumo de libros disminuyó y algunos escritores costarricenses optaron por un programa ofrecido vía Amazon, mediante el cual se suscriben como productores pequeños y producen sus propios libros, ya sea virtuales o físicos, dependiendo de la demanda. De esta forma, no invierten tanto.
La pandemia subió los precios del papel a niveles nunca antes vistos, y actualmente disminuyeron un poco; sin embargo, Europa no puede ajustarse a los nuevos costos por los problemas de abastecimiento de electricidad y gas producto de la guerra.
Según Chavarría, no solo en Costa Rica sino a nivel mundial, la industria litográfica se ha transformado por el uso de las nuevas tecnologías digitales. “Nuestro país tenía un montón de litógrafos que formaban parte de una pequeña industria que se ha visto afectada por las herramientas digitales y la decisión de los autores de producir sus libros en plataformas como Amazon. Eso afecta enormemente la producción litográfica nacional”, finalizó.
Tener un libro en la mano
Editorial Alma Mater
Guillermo Carvajal
“Somos dueños de la casa editorial Alma Mater ubicada en Barrio La Soledad. Nosotros usamos distintos tipos de papel para crear los libros, como la cartulina, papel editorial y el papel bond 20 blanco. Los problemas con la edición de libros es que, en primera instancia, la educación ha tenido una caída pronunciada de la lectura. Es decir hay una crisis de la lectura con poca renovación del programa de lecturas y pocos escritores costarricenses.
Localmente las casas editoriales no están produciendo textos para el sistema educativo estatal. Con algunas excepciones producimos libros de texto para algunos cursos específicos de profesores que publican con nosotros.
No es solo un problema del suministro del papel, sino de las tecnologías digitales y la cantidad de ejemplares que imprimís. Estamos produciendo muy pocas cantidades de libros. Yo me mantengo en los 300 ejemplares para poder tener un número distribuible para un público que busca el libro impreso.
Uno de los factores que ha entorpecido el mercado del papel es el conflicto entre Rusia y Ucrania por el transporte marítimo, cuyas rutas comerciales se han visto afectadas. En Costa Rica también pasa que la gente publica el libro directamente en China: la persona manda un PDF y le devuelven la edición del libro, con 500 y 1000 ejemplares a un precio más bajo, incluido el transporte. Durante la pandemia también se vivió el represamiento de los contenedores en algunos mares, por la cantidad de buques que estaban navegando y la interrupción de la vías.
Algunos países como México se salvan porque son productores de papel, pero Costa Rica no produce papel para editoriales. El libro que hacen las casas privadas en Barrio Luján, por ejemplo, se ha reducido sensiblemente. La vieja tecnología offset está pasando de moda porque es cara y no hay suficiente papel, y porque también muchos viejos imprenteros se han jubilado y ya no disponen de tiempo completo para trabajar. Yo funciono porque no dependo de los ingresos que genere este negocio. Tener un libro en la mano que yo produje me da una gran satisfacción”.