
Desde hace dos décadas, Antonio Lehmann desempeña roles de liderazgo al frente de la librería que, fundada en 1896, lleva el apellido de la familia paterna.
Del 2001 al 2009 fue director comercial de la Librería Lehmann, mientras su padre fungía como gerente general, y luego de la trágica muerte del progenitor en el 2009 asumió la gerencia general.
Antonio Lehmann proviene de una familia que supo llevar las riendas del negocio literario durante más de un centenar de años con visión, asertividad, mucha intuición, pasión y números claros.
En los albores del siglo XXI, el linaje de Antonio Lehmann y la librería se expresa con compromiso y perseverancia y muestra signos de excelente salud al haber tenido la capacidad, no solo de ser resiliente ante un entorno incluso hostil, sino de renovarse y reinventarse, siguiendo una ruta en que los retos han sido constantes.
Don Antonio lo resume así: más que una compañía antigua, que podría denotar anquilosamiento, es madura, comprometida, con una acumulación de conocimiento plasmada en los sistemas de negocio con que gestiona el contexto a lo largo de su devenir.
“Es una librería que se enfoca en los temas de interés de los lectores, que tiene que estar monitoreando muy claramente el momento y la dinámica literaria que ha cambiado radicalmente a partir de los noventas para acá”, asegura.
Esa modificación es definida por don Antonio como “la crisis papel-pantalla”, derivada del momento en que el mundo virtual entró en escena: “está ocurriendo una transformación de la conciencia a nivel mundial y el modelo del consumo por internet también va cambiándonos”, afirma.
Así comienza estratégicamente un nuevo giro de negocio: ¿qué tipo de literatura es la que necesitaremos en nuestros canales?”, se pregunta don Antonio.
La literatura que no perece a los meses es la respuesta; una literatura noble que, ante los cambios tecnológicos, sea aún vigente.
La Librería Lehmann sigue apostando por los textos impresos en temáticas consideradas clásicas como la filosofía y la historia, autoayuda y superación, los géneros narrativos como la novela y el cuento, y algunos poemarios de autores clásicos, porque “la poesía ya no vende”, lamenta.
Nuevo paradigma
De acuerdo con don Antonio, ni siquiera un 5% de las personas tiene, en este momento, espacio y dinero para crear bibliotecas grandes, y solo quedan esos “lectores ratas y aficionados que les gusta tener el libro impreso y no pedacitos de circuitos y una lucecita”.
Al comparar el contexto con el de un par de décadas atrás, como modelo comercial el libro análogo es el complemento de las publicaciones virtuales, pero éstas se venden únicamente bajo demanda específica; es decir, no se promocionan los textos virtuales proactivamente, “porque de otra forma nos estamos cortando la vena”, señala don Antonio.
A la vez, el “efecto Wikipedia” resuelve a los lectores sus consultas rápidamente, y el auge del comercio electrónico facilita que las personas, por ejemplo, realicen sus compras desde la comodidad de su hogar y oficina, sin tener que desplazarse y gastar gasolina.
Por eso, “las librerías pasan ahora a segundo plano; sin embargo, siempre ofrecen material para tareas científicas y exposiciones: desde una plastilina hasta la línea de presentación de trabajos, con los marcadores, las tijeras, el pegamento, y otros”.
De forma complementaria, también se ofrece papelería de oficina y artículos tecnólogicos, como una visión integral de soporte a los clientes.
Para atender el cambio de paradigma literario, desde el 2001-2002 la librería puso a funcionar cuatro páginas web con distintos propósitos, lo cual agilizó una dinámica de negocios con el consumidor en doble vía.
A partir de esa transformación hacia lo virtual, en la actualidad se analizan las tendencias en el ámbito del libro y se concluye que, a corto plazo, la empresa debe desprenderse de su motivación principal de negocio: el libro educativo. “El libro escolar dejó de ser fundamental para la empresa”, reconoce don Antonio.
La empresa, por lo tanto, se ha visto obligada a “declararle la guerra” a ciertas editoriales nacionales que fomentan el comercio directo entre estas y el sistema educativo, y con ello eliminar “el intermediario lógico y natural que era la librería”.
“Las editoriales ofrecen una comisión a los profesores o a los directores y el riesgo es demasiado alto porque no se puede competir; el libro escolar se vuelve un punto de inflexión; ya no hay cultura para ir a una librería a buscar libros, sino una cultura basada en lo que le proponen al profesor o a la escuela como más beneficioso”, explica.
Otros aspectos tomados en consideración para seguir rutas alternas ante la era del internet y la crisis papel-pantalla es el Impuesto del Valor Agregado (IVA), que contrajo la economía y en consecuencia la disponibilidad de ingresos para el consumo de literatura.
Asimismo, influyó la implementación de la Ley del Fotocopiado (conocida como Ley Villalta) que tuvo un impacto negativo al abrirse la fotocopia parcial de textos con fines académicos.
Librería vigente
De acuerdo con don Antonio, la librería es exitosa por la disciplina en que se fundamenta, combinada con una perseverancia contundente y la solución activa y oportuna de los problemas que se suscitan.
Don Antonio es un enamorado de los sistemas de información: “¡Me encantan!”, asegura, en contraste con su padre que fue editor, autor y librero de profesión “hecho en Alemania”.
“Yo no tuve esa preparación, ni tampoco mercadológica universitaria orientada al área literaria, pues no existe como carrera en Costa Rica. Mi padre me instruyó en su conocimiento y luego realicé, por ejemplo, capacitaciones en el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc)”, detalla.
La combinación de la profesión de librero con la estructura de los sistemas de información, le han permitido a la Librería Lehmann analizar las tendencias y temáticas que más leen los diversos públicos.
Si a partir de esta ecuación no se gestionan rápidamente las soluciones, es muy difícil y doloroso aprender de los errores que cuestan mucho tiempo, confiesa don Antonio; “por ello hay que invertir oportunamente en los sistemas de información”.
A don Antonio le fascinaron siempre las calculadoras, desde “las primeras que salieron al mercado de 1974 a 1976, recuerda.. Papá tenía en la compañía esas máquinas mecánicas grandotas, pero con el tiempo -en 1978- compró la primera computadora programable”.
En 1977, el papá envió a don Antonio a México para recibir su primera capacitación cuando tenía 17 años con ejecutivos mucho mayores que él.
El objetivo fue ver cómo se podían desarrollar sistemas de información para la librería e implementar tecnología moderna.
“La fortaleza de la empresa se logra porque la base de papá era la contabilidad, y logramos un sistema de control muy acertado relacionado con los gustos y las preferencias del mercado”.
Para don Antonio, eso permite tener un criterio de la dirección empresarial; “de dónde meter gas y dónde meter freno. Las rectas en los negocios son fundamentales, pero hay que saber dónde hacer curvas”.
Todo lo anterior apoyado en los cambios operados con plataformas de IBM, primero, y Oracle, a partir de 2004.
En resumen, enfatiza Don Antonio, cuando se conjunta la mercadotecnia con la analítica, la planeación y los sistemas, se robustece el andamiaje de la empresa que denota fortalezas y debilidades de manera más transparente.
“Eso no significa que porque tengamos 125 años todo está asegurado; vemos desplomes de sectores literarios que han dejado de existir”, aclara don Antonio.
La empresa resuelve retos como el descrito con herramientas como la mercadotecnia, que hace una recopilación exhaustiva de datos de las temáticas de las lecturas más buscadas.
Esta capacidad conlleva a la creación de un catálogo de libros y a la consolidación de una lista de aproximadamente 6.000 subgrupos de lectura, categorizados mediante un criterio de estudio del mercado, exhaustivo y específico.