Uruk Editores publicó recientemente Contra lo light. Ensayos adversativos, del filósofo costarricense Camilo Retana. Lectomanía conversó con el autor sobre su proceso de escritura y pensamiento cristalizado en la publicación.

Camilo Retana nació en San José en 1983. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, y en la Universidad de Costa Rica, donde trabaja como profesor e investigador.
*Foto Anel Kenjekeeva
“No quería ser el gruñón de la fiesta. De verdad son cosas que yo me he preguntado en primera persona, que nos atañen a todos, empezando por mí”.
En defensa de su más reciente libro Contra lo light. Ensayos adversativos (Uruk Editores, 2022), el filósofo, escritor y poeta costarricense Camilo Retana dice no gruñir pero sí adversar.
Quienes conocen a Retana, seguramente no podrán imaginarlo como el refunfuñón de la fiesta, pero luego de leer su libro se sentirán de algún modo “regañados” o, en el mejor de los casos, interpelados e idealmente socolloneados.
Un remezón de esos necesarios que hará preguntarse por qué y para qué consumir productos light, ir al gimnasio, leer libros de autoayuda, usar Uber y viajar a otros países.
Todos cuestionamientos que en la cotidianidad y debido al “tiempo secuestrado” por la tiranía (concepto también desmenuzado por Retana en otro libro) del sistema capitalista neoliberal hace que no se les preste la atención requerida.
Para el ejercicio de esta reflexión ontológica y social, Retana cree no proponer un nuevo orden, pero lo propone: el orden -o desorden- de lo adversativo, el “caos” de la resistencia, la rebeldía de ir en contra del consumo ilimitado e impuesto, la libertad para desmontar la colonización, la ética de ser humanos pensantes, responsables, autónomos e independientes.
Personas que en vez de tener ganas, simple pulsión irreflexiva de la satisfacción inmediata, sientan el deseo de aquello cocinado a fuego lento.
Contra lo light. Ensayos adversativos y Enseres: esbozos para una teoría del disfraz (Editorial UCR, 2020) son dos libros que forman una especie de unidad y son producto de un viaje hacia la propia identidad filosófica y escritural de Retana.
En ambos invita con gran calidez y generosidad a ser Odiseos y Odiseas de un trayecto colmado de monstruos y daimons, de luz, colores y oscuridad, de grises y sombras, de contradicciones y paradojas, de ironías y cuido, de amor y protesta.
Que podamos adversar junto a él, y aprender, ojalá, el oficio.
Después de todo, ¿quiénes no han deseado bufar -por decir lo menos- en contra de alguien cuando en una fiesta hace un uso indebido del poder y de la tontería con absoluta impunidad?
Lectomanía: Con tus dos más recientes libros Contra lo light. Ensayos adversativos y Enseres: esbozos para una teoría del disfraz estás abriéndote paso a “codazos” para validar la filosofía que pensás y escribís, buscando tu propia manera, tu voz. En ese sentido, Contra lo light es un libro corajudo.
Camilo Retana: Nadie me había dicho eso que me decís y lo agradezco, en el sentido de que sí, tal cual, me imagino dando esos codazos, porque hay toda una forma prefabricada de cómo se hace filosofía y sobre todo de cómo se hace filosofía en una región como esta. Hay un guión, una serie de prescripciones establecidas y una cosa que me pregunto es cómo hace uno para encarar eso.
L: Los libros hacen muchas preguntas y responden temas de distinta naturaleza y, entre esas, hablan sobre la descolonización, pero no solo del pensamiento sino de la escritura descolonizadas, ¿cómo, siendo consciente de que existe un canon “encima” y una arqueología “abajo”, y una forma de escritura que amarra, lo lográs?
CR: Para mí en este respecto ha sido muy importante el trabajo de Alexander Jiménez, porque aunque trabajamos en registros temáticos muy diferentes, yo, desde muy carajillo, cuando leí El imposible país de los filósofos me di cuenta de que se podía pensar y hacer filosofía desde un país como Costa Rica, que se vale intentar encontrar una voz propia, trabajar con un acervo de temas que no necesariamente son los clásicos de la filosofía y que se puede hacer con rigor y belleza. Para mí el trabajo de él siempre ha sido un referente en términos de que marca una búsqueda, y yo me he sentido siempre en la estela de esa búsqueda, aunque tratemos temas tan distintos. Mi trabajo se encuentra profundamente marcado por el trabajo de él, porque yo creo que sin los libros que ha escrito Alexander difícilmente libros como los míos podrían escribirse. Creo que él abrió ese camino que otros hemos recorrido. El trabajo de Alexander me ha marcado mucho no solo como lector sino como paradigma de cómo trabajar y conversar.
L: El ejercicio de dialogar con Alexánder es quizá mucho más rico que cualquier otra cosa, palabrear con él…
CR: Yo creo que Alexander quebró tanto a nivel de formas como a nivel del canon de temas que se podían tratar, y se aventuró a producir una mirada propia. Hablar con él, leerlo, ha sido determinante para emprender mi propia búsqueda.
L: En la escritura de Alex hay una cierta nostalgia y está, de algún modo, anclada en el pasado…
CR: Creo que él está viendo hacia atrás para poder ver hacia adelante.
L: Y vos tenés una mirada contemporánea, enmarcada en la ironía. Es punzante.
CR: A mí me interesa mucho el presente y por eso siempre trato de escribir acerca de cosas que me interpelen aquí y ahora y que me puedan preguntar en primera persona. Trato de escribir de temas que me importan, de cosas con las que tengo algún tipo de relación. A lo mejor, en el caso de este libro, son cosas con las que todo el mundo tiene relación de una u otra manera: la comida light o Uber, por ejemplo. Lo que quiero decir es que escribí sobre esas cosas porque me he interrogado acerca de ellas en la medida en que me interpelan y que están en mi presente de todos los días y me preocupan.
L: Quizá Alex es más localista y vos tenés una perspectiva global, digamos que producto de la globalización, de la revolución de la comunicación y de la tecnología de la información.
CR: Sí, yo soy hijo de esa época.
L: Y hablás sobre temas que nos constituyen también como sociedad, pero que sentimos como una nebulosa. ¿Qué es un gimnasio, por ejemplo? Hay gimnasios en todo el planeta.
CR: Escribir sobre este tipo de cosas es parte de una apuesta, en el sentido de que quise escribir un libro tal vez con pretensiones más universales aunque lo estuviera haciendo desde Costa Rica. También eso es parte de un intento de salir de esa mirada colonial sobre la que hablabas vos. Hay algo de en la producción teórica que se hace desde los grandes centros que parece decir: nosotros en Estados Unidos o en las universidades europeas hacemos la filosofía o la sociología, y ustedes están invitados e invitadas a la fiesta siempre y cuando hablen sobre sus contextos, o sea, siempre y cuando usen nuestros libros y nuestros conceptos para hablar sobre sus propios contextos. Yo creo que eso forma parte de eso mismo que vos decías de cierta mirada muy colonial del pensamiento y de la escritura. Entonces mi pregunta, y de fijo la pregunta de muchas otras personas más en Latinoamérica, es qué pasa si uno trata de escribir sobre esos temas contemporáneos con una mirada situada en Centroamérica y en Costa Rica, pero queriendo entender también lo que pasa fuera de nuestras fronteras, esos fenómenos globales.
L: …transnacionales.
CR: Sí. Pensar desde acá con una mirada muy particular sobre esos fenómenos que en los grandes centros de pensamiento no sé si la tienen.
L: Me provoca a mí la pregunta de hasta dónde se descoloniza uno, o sea, ¿qué es la descolonización? Es tan importante, pero no necesariamente implica una mirada chovinista o una perspectiva situada en el otro extremo, porque nuestra arqueología cultural está relacionada con toda una trama histórica que aprendimos.
CR: A nosotros nos insistía mucho Bernal Herrera, cuando nos daba cursos -que para mí fueron muy importantes-, que uno tiene una mirada local que en principio se supone degradada en relación con esos grandes centros de pensamiento, que es como de segundo orden; como si uno jugara en segunda división. Bernal siempre nos decía que había que darle la vuelta a eso, porque desde acá podemos ver cosas que en esos otros centros de pensamiento no son observables sobre los mismos grandes temas de la época contemporánea
L: Sos Camilo Retana, vivís en San Pedro, estudiaste en la Universidad de Costa Rica, sos de clase media, intelectual, etc.
CR: Exacto, y esa particularidad, ese anclaje, podría verse desde cierta sensibilidad colonial como una desventaja, porque no estás pensando donde, en teoría, suceden las cosas: no estás en Nueva York, ni estás en Londres, ni en Berlín, y, entonces, se supone que vas a entender menos porque no estás ahí en el epicentro, donde las cosas están pasando. Pero Bernal nos decía que es al revés: uno puede mirar eso con una perspectiva que esa gente no tiene. Por ejemplo, hay una decisión muy programática en los dos libros últimos -y me llama la atención que vos juntés este libro con Enseres, porque nadie más los había juntado y para mí son un solo bloque aunque traten temas distintos- y es hablar desde una mirada situada, pero al mismo tiempo no acomplejada. Yo creo que ahí hay un gesto en el sentido de decir que uno está nutrido de todas esas filosofías y sociologías contemporáneas europeas, uno las ha leído, pero además, uno tiene una mirada singular desde acá sobre esos temas, entonces, ¿por qué no hablar desde esa mirada? Es como tener las dos perspectivas reunidas: uno conoce todo eso que se produce en Europa, pero al mismo tiempo tiene esa mirada local y es válido aventurarse a hablar desde esa mirada local.
L: Además es personal.
CR: Claro, en vez de tratar de emular esas otras voces, de tratar de parecerse a una filosofía y a una teoría crítica del primer mundo, en vez de tratar de disimular el hecho de que uno está viendo desde acá, se trata de asumir esa visión singular a la que nos habilita el vivir en esta parte del mundo. Ahí es donde te digo que lo de Álex es muy importante para mí, porque en lugar de acomplejarnos porque vivimos en Centroamérica, podemos más bien pensar que uno se puede afianzar en la mirada que tiene, en la gente que tiene alrededor y tratar de pensar desde ahí.
L: …porque la necesidad de entenderse y conocerse como persona es universal.
CR: Volviendo a lo de juntar los dos libros, y esto que me planteaste sobre la correlación entre escritura y pensamiento, yo creo que también ahí hay una lección importante, que es tratar de funcionar más en el registro del ensayo que en el registro de la teoría académica. No porque una cosa sea mejor que la otra, sino porque el ensayo es un género en el que se supone que uno debe arriesgar su propio yo, en el que uno está hablando no desde el vacío, desde el lugar cero de la teoría, sino que uno está implicado en lo que dice.
L: Ese registro de lo personal es importantísimo para poder conectar con vos (no me gusta mucho usar la palabra conectar), vincular, generar una resonancia en las personas lectoras, porque te pueden ver a vos ahí, tu mano, tu huella o impronta.
CR: Una cosa que a mí me daba mucho miedo con este texto, una preocupación que estuvo latente a lo largo de la escritura de todo el texto, era precisamente que yo quería dejar claro que estoy implicado en esos fenómenos de los que estoy hablando, no los estoy viendo desde afuera, por más que haya en el libro momentos de una ironía hasta cierto punto distante. Ninguna de esas cosas me es ajena, nada, ninguno de los temas del libro; no me siento por encima de esos fenómenos ni de la gente que, por ejemplo, consume productos light o de la gente que lee autoayuda. No quería ser el gruñón de la fiesta. De verdad son cosas que yo me he preguntado en primera persona, que nos atañen a todos, emepezando por mi. En el caso de la autoayuda, se trata de un paradigma de relacionamiento del sujeto consigo mismo que no está solo en los propios libros de autoayuda o en panfletos, sino que es casi omnipresente en la cultura. Está en la teología pentacostal, en el discurso sobre el emprendedurismo, en la economía naranja. Es el imaginario del individuo como responsable de sí mismo. Entonces, ¿cómo vivir en este mundo sin que eso lo afecte a uno? Mentira: eso nos interpela a todos, o sea, no hay que ir comprar un libro de autoayuda para que la autoayuda lo afecte a uno porque es un discurso que está en todos lados.
L: El libro para mí acusa ese individualismo exacerbado, ese narcisismo, producto del paradigma económico y cultural neoliberal. ¿Cómo nos defendemos de eso, con cuáles herramientas?
CR: Esa clave en negativo que tiene el libro, esa negativa sistemática a proponer otro orden tiene que ver con varias cosas: por un lado con que yo no estoy muy claro de cómo deberían funcionar las cosas ni estoy seguro de que esa deba ser la función de la teoría o la literatura. Pero lo que sí tengo claro con respecto a esas prácticas y fenómenos culturales que aborda el libro es que, como primer paso, sería bueno quedarnos sin esas cosas que consumimos, contrariar esos fenómenos, porque eso produce un vacío que es productivo. Yo no sé cómo ni a dónde puede llevar eso a la sociedad en su conjunto. Puedo decir a qué me ha llevado a mi cerrar las redes sociales, por ejemplo, pero no tengo idea de cómo deberíamos procedser a nivel cultural. De todas formas pienso que ese primer paso de deconstrucción de los fenómenos, de adversar esos fenómenos, es en sí mismo un principio de respuesta a muchas preguntas que quedan flotando en el libro. Adversar críticamente esos fenómenos puede ser el principio de algo.
L: Pero para eso requerís entrenamiento, posibilidad de distanciarte, objetivarlo como sujeto para examinarlo.
CR: Y no estamos entrenados para hacer eso…
L: Al contrario, estamos entrenados para meternos en el sistema y ser una sola cosa.
CR: Estamos expropiados de nuestra voz, pero como estamos ocupados lidiando con las ofertas de las sociedades de consumo, no hay tiempo para hacernos esas preguntas, a menos de que uno se distancie y tenga algún grado de reflexividad crítica de uno mismo -porque eso tiene el libro: todo tiene que ver con la relación que tiene uno consigo mismo- y recién ahí se abren estas interrogantes productivas que te decía. Vos tenés razón, un problema en la cultura es el hecho de que la relación de uno consigo mismo está secuestrada por el tipo de dispositivos que adversa el libro. Yo creo, por ejemplo, que en toda la relación de uno consigo mismo hoy, no hay nada más determinante que las redes, porque ahí nos relatamos a nosotros mismos: en las redes nos reconocemos frente a los demás, nos contamos un cuento sobre quiénes somos, etcétera. Y ¿cómo ganar una distancia con las redes si es algo que está omnipresente, si está ahí todo el tiempo? ¿Cómo ganar una distancia? Yo no lo sé, y el libro es un experimento para tratar de averiguarlo.
L: Hay un libro de Samantha Sweblin que se llama Distancia de rescate: una madre quiere establecer una distancia de rescate con su hijo, para ella poder reconocer cuándo está en peligro y poder rescatarlo. ¿Es como tener una distancia de rescate con uno mismo?
CR: Esa distancia está abolida, está cooptada, porque está saturada de información. Pensemos, por ejemplo, en los tiempos muertos. La cultura fue eliminando esos tiempos muertos, que son tiempos de autorreflexibilidad. ¿Te acordás cuando no había celular y uno se quedaba de ver con alguien y esperaba a esa persona pensando o recordando cosas que había hecho en la mañana? La saturación actual de los tiempos de espera intenta abolir la distancia de uno con uno mismo; la idea es que no haya distancia, que haya una inmediatez en la relación de uno consigo mismo que le impida tomar cualquier tipo de paréntesis reflexivo.
L: ¿Qué pensás de que la cultura contemporánea posmoderna te genera una disonancia cognitiva permanente, te genera un síndrome del impostor? Sos un avatar.
CR: Una particularidad que tienen los fenómenos tratados en el libro es que, como se trata de dispositivos que trabajan sobre el deseo, entonces esa disonancia cognitiva que decís vos es muy factible, porque uno entiende lo que está pasando, pero como estos dispositivos operan en el orden del deseo te marcan qué es lo que querés hacer más allá de que los propios dispositivos te parezcan una mierda. El deseo está secuestrado, y aunque uno puede entender que no quiere “eso” que se le ofrece, igual cree que lo desea.
L: Hay algo muy interesante que escribe (Zygmunt) Bauman sobre la diferencia entre el deseo y las ganas: una cosa es el deseo (que se cultiva, digamos) y otra son las ganas que se satisfacen de manera inmediata. Además, (Roland) Barthes decía sobre el deseo que para que siga siendo deseo, nunca se satisface.
CR: Estoy de acuerdo en eso que planteás de la separación entre el deseo y las ganas, porque en lo light, más que el deseo operan las ganas: algo más superficial e inmediato que el deseo. Lo que yo veo es que al mismo tiempo, a través de la normalización de las ganas, la culutra light termina operando también sobre el deseo, o sea, termina anulando el deseo, terminamos siendo puras ganas, como un avatar de la pura pulsión inmediata. No tenemos tiempo de trabajar el deseo, pues el deseo requiere de la pausa, requiere cocinarse a fuego lento, requiere no solo de otra temporalidad, sino de otro ritmo, y eso es lo que está muy cooptado. Spinoza dice sobre el deseo que tiene que ser un deseo con conciencia de sí mismo, o sea, que si solo querés pero no sabés por qué querés, ahí no se puede hablar de deseo. Si solo estás en la pura pulsión desnuda y si no podés apropiarte autorreflexivamente de eso, ahí no hay deseo.
L: Sobre los ensayos adversativos, te hago una pregunta muy llana: ¿es un ejercicio a partir de un paradigma de pensamiento, filosóficamente hay un método para elaborarlo?
CR: Eso que yo llamo ensayo adversativo es un menjurje de varias cosas, porque está, por un lado, lo que Philippe Lopate, teórico del ensayo, llama el ensayo oposicional (es el ensayista necio, que solo quiere estar en contra de algo y se echa en el ensayo un rollo o diatriba en contra de ese algo). Por otro lado, está la filosofía, que a su vez contiene varias tradiciones: una es la de la dialéctica negativa, como la de (Theodore) Adorno y (Max) Horkheimer, que son marxistas que leen la sociedad en clave de negación. En la política está la tradición del anarquismo y el activismo queer, que tienen un talante más destructivo. Asimismo está la tradición del escepticismo filosófico, que es un modo de encarar la realidad sin aspirar a edificar una teoría. El libro se asienta en todas esas tradiciones y mezcla estos registros conceptuales y escriturales -ahí aparece lo que vos me decías de que el libro articula pensamiento y escritura-, funde esas tradiciones e intenta trabajar a partir de ellas, sin afiliarse explícitamente a ninguna en particular. En el libro opto por no contextualizar todo esto y más bien intento ponerme a funcionar dentro de esa traidición sin decir cuál es, algo que en todo caso es más coherente con esa propia tradición.
L: ¿Qué te deparó a vos este proceso? ¿Empezaste de un modo y “terminaste” en otro lugar?
CR: Me pasaron varias cosas. Lo primero es que estos son dos libros (me refiero a Enseres y Contra lo light) que de verdad me ha dado mucho placer escribir. Cada vez que yo veo los libros impresos pienso en el proceso que me llevó escribirlos y me da mucha alegría haber atravesado ese proceso. Tener conversaciones como esta prolonga ese placer. Me produce mucha satisfacción pensar que los libros abren un diálogo que se puede continuar de otras maneras a partir de la publicación. Por otro lado, yo creo que Contra lo light en buena medida es un ejercicio de distanciamiento: escribir sobre estas cosas y sobre mi relación con ciertas prácticas culturales, me permitió organizar una distancia con respecto a ellas: adversarlas, si se quiere, de una manera más organizada y reflexiva. Antes, las ideas que desarrolla el libro eran una nebulosa de intuiciones. Ahora puedo decir de manera más informada cómo están relacionadas y cómo nos afectan a nivel colectivo. Lo otro que me encantó de escribir el libro es que cosas que yo no intuía tan interconectadas fueron evidenciando sus vasos comunicantes en la medida en que avanzaba.